En aquellos primeros años tras la muerte del dictador se produce
una eclosión de lo político. Paralelamente a la militancia
consciente que viene del franquismo, las ideas democráticas y de
izquierdas recogen la simpatía y la adhesión de amplias capas de
la población liberada de la garra fascista, en especial en los
segmentos juveniles. El fenómeno trasciende y podríamos decir que
se genera una moda, una de cuyas manifestaciones es el boom de la
pegatina política. Hoy nos vamos a ocupar de un fenómeno curioso:
una organización normalmente del ámbito de la izquierda
revolucionaria editaba la misma pegatina con su firma y sin ella.
Para empezar, hay que partir del hecho de que en aquellos momentos
las pegatinas eran una fuente de ingresos para estos partidos. Las
mesas que se ponían por cualquier esquina o plaza concurrida de
las ciudades, ofrecían infinidad de productos: prensa, panfletos,
pegatinas, llaveros, insignias, junto a algunos otros más
variopintos.
Sin duda, los que más éxito tenían eran las pegatinas. Coloristas
y llamativas, podían decorar carpetas o armarios y tenían un
precio que, si bien estaba al alcance de todos los bolsillos, al
mismo tiempo generaban unos ingresos significativos para quién los
editaba y vendía. Pronto surgieron los coleccionistas de aquellos
adhesivos, lo cual aumentó su demanda.
Pensamos que quizá editar la misma pegatina firmada y sin firmar
podía deberse a un intento de aumentar la "salida" del producto
hacia personas que estaban de acuerdo con su mensaje pero quizá no
se sentían cercanas a una opción etiquetada de radical. Aquí
mostramos un ejemplo, editado por el MC en La Rioja.
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