Para quienes nos interesamos por la historia reciente y en especial
por lo que afecta a la izquierda revolucionaria, es una gran noticia
que una nueva generación de historiadores haya empezado a investigar
y a publicar sobre los avatares de esta corriente ideológica en
décadas recientes, abordando temas casi inéditos o de los cuales
sólo se tenía el somero conocimiento de las noticias de prensa y de
los dimes y diretes. Un buen ejemplo lo tenemos con el artículo "El EMK e Iraultza, "camino de ida y vuelta" (1981-1991)", publicado
recientemente por Miguel García Lerma y Víctor Aparicio Rodríguez en
la revista Huarte de San Juan, de la Universidad Pública de Navarra.
En efecto, poco se conocía de Iraultza, un grupo armado activo en Euskalherria durante los años ochenta y primeros noventa, situado en la periferia ideológica del EMK y que buscaba sus objetivos principalmente en la conflictividad obrera, en la solidaridad anti-imperialista o en la lucha ecologista, evitando las acciones contra personas humanas. Para ello se valían de explosivos que solían colocar en horas nocturnas.
Aunque no han podido acceder a la documentación interna del grupo, los autores sí que han consultado su prensa y han realizado entrevistas a alguno de los escasos ex-militantes de Iraultza, así como a ex-miembros del EMK.
El artículo pone el foco en el II Congreso del MC celebrado en Bilbao en 1978, donde el partido rectifica posturas anteriores y opta por un rechazo de plano al régimen nacido de la "reforma". En la búsqueda de aliados para ese enfrentamiento radical, reconsiderará su alejamiento del movimiento abertzale. Junto a ello, se replantea el uso de la violencia, teniendo presentes experiencias como la guerrilla centroamericana. Citando el propio artículo "todo ello provocó que algunos militantes del EMK abandonasen el partido para crear una nueva organización armada y poner en práctica todas la teorías que se había desarrollado previamente sobre la violencia política. De esta forma surgió en 1981 Iraultza, una organización que, mediante los sabotajes con explosivos, pretendió impulsar las luchas obreras y los movimientos sociales a lo largo de los años 80, con una concepción de la violencia como «autodefensa popular» y una relación no beligerante ni excesivamente crítica –al menos no en un plano moral– de las acciones de otras organizaciones terroristas como ETA o los CAA. Sus acciones, dirigidas principalmente contra empresas con conflictos laborales, contra diferentes instituciones de la administración, contra intereses norteamericanos y franceses y en apoyo de determinadas luchas populares –ecologistas, antimilitaristas, contra la especulación–, a pesar de que no buscaban causar daños personales, provocaron varios heridos de diversa consideración, la muerte de siete militantes de la organización y la de un joven trabajador de la construcción en Portugalete".
En efecto, poco se conocía de Iraultza, un grupo armado activo en Euskalherria durante los años ochenta y primeros noventa, situado en la periferia ideológica del EMK y que buscaba sus objetivos principalmente en la conflictividad obrera, en la solidaridad anti-imperialista o en la lucha ecologista, evitando las acciones contra personas humanas. Para ello se valían de explosivos que solían colocar en horas nocturnas.
Aunque no han podido acceder a la documentación interna del grupo, los autores sí que han consultado su prensa y han realizado entrevistas a alguno de los escasos ex-militantes de Iraultza, así como a ex-miembros del EMK.
El artículo pone el foco en el II Congreso del MC celebrado en Bilbao en 1978, donde el partido rectifica posturas anteriores y opta por un rechazo de plano al régimen nacido de la "reforma". En la búsqueda de aliados para ese enfrentamiento radical, reconsiderará su alejamiento del movimiento abertzale. Junto a ello, se replantea el uso de la violencia, teniendo presentes experiencias como la guerrilla centroamericana. Citando el propio artículo "todo ello provocó que algunos militantes del EMK abandonasen el partido para crear una nueva organización armada y poner en práctica todas la teorías que se había desarrollado previamente sobre la violencia política. De esta forma surgió en 1981 Iraultza, una organización que, mediante los sabotajes con explosivos, pretendió impulsar las luchas obreras y los movimientos sociales a lo largo de los años 80, con una concepción de la violencia como «autodefensa popular» y una relación no beligerante ni excesivamente crítica –al menos no en un plano moral– de las acciones de otras organizaciones terroristas como ETA o los CAA. Sus acciones, dirigidas principalmente contra empresas con conflictos laborales, contra diferentes instituciones de la administración, contra intereses norteamericanos y franceses y en apoyo de determinadas luchas populares –ecologistas, antimilitaristas, contra la especulación–, a pesar de que no buscaban causar daños personales, provocaron varios heridos de diversa consideración, la muerte de siete militantes de la organización y la de un joven trabajador de la construcción en Portugalete".
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