Paseando por el barrio bilbaíno de Rekalde, todavía se puede vivir
en primera persona el urbanismo aberrante impuesto en los barrios obreros durante los años
sesenta y setenta por un
capitalismo desbocado, y que sólo a partir de los ochenta y con
cuentagotas se empezó a intentar enmendar. Pero en el caso que nos
ocupa, el apaño parece
imposible si se mantiene la actual estructura de una autopista sobre pilares que recorre el
centro del barrio a decenas de metros de altura.
Al contemplar, con una mezcla de horror y estupefacción, la autopista, el ojo bien entrenado todavía puede sorprenderse más al descubrir que en una de las vigas bajo el pretil, militantes esforzados, en este caso del EMK, realizaron hace 40 años una pintada que, a día de hoy, sigue desafiando el paso del tiempo.
Al contemplar, con una mezcla de horror y estupefacción, la autopista, el ojo bien entrenado todavía puede sorprenderse más al descubrir que en una de las vigas bajo el pretil, militantes esforzados, en este caso del EMK, realizaron hace 40 años una pintada que, a día de hoy, sigue desafiando el paso del tiempo.
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